Los niños migrantes y sus dramas generan siempre sentimientos de empatía y gran angustia en los corazones de la gente en el mundo.
La noticia de los 16 niños migrantes venezolanos deportados de Trinidad y Tobago generó gran conmoción en el país, la suerte de estos pequeños vulnerables se convirtió en un evento propicio para exponer las políticas de la isla en este aspecto.
Las denuncias de trata de personas y otras violaciones de los derechos humanos han caído en saco roto, debido a la complicidad de funcionarios que laboran en las instituciones trinitarias.
Por fortuna, tanto ruido mediático permitió el rescate de la embarcación y la vuelta de sus ocupantes a Trinidad, donde podrán reunificarse con sus padres y familiares en la nación caribeña, que les recibe a regañadientes, debido a la desaprobación pública y a las leyes internacionales de protección a los derechos humanos.
El desdén de los gobiernos por los venezolanos de la diáspora, se basa en el costo de albergar y asistir a un inesperado conglomerado de personas, en países cuyas economías están en malas condiciones y adolecen de un buen manejo. Justo es el mal de América Latina.
La solución más fácil es cerrarles las puertas, generar matrices de opinión negativas, dando paso a la Xenofobia y el acoso. Sin embargo, el dinero asignado por organismos como la Unión Europea y la ONU si fue bienvenido, otra de las caracteristicas de la realidad latinoamericana.
Ahora, el destino de estos niños, al igual que el de los represados en Estados Unidos, los sirios en los campos de refugiados, los africanos que cruzan el desierto y pierden sus vidas en el mar mediterráneo, afectan la moral del mundo, mientras los políticos los usan para fines egoístas dejándoles en un estado de indefensión y a su suerte a merced de depredadores que les roban su inocencia y su futuro.
Si huyen de un presente hostil, luchando contra las adversidades para alcanzar un hálito de esperanza, hace falta más que la voluntad política, hace falta humanidad para impedir que sus vidas se desvanezcan en el olvido y la apatía.