La relación entre Estados Unidos y Venezuela atraviesa una fase de tensión creciente, marcada por movimientos militares discretos, declaraciones inesperadas y señales de presión prolongada. Aunque no hay una confrontación directa, los indicios apuntan a una estrategia de desgaste que recuerda los métodos de la Guerra Fría, ahora adaptados al contexto actual.
En las últimas semanas, se han filtrado imágenes de buques militares camuflados y vuelos de bombarderos B-52 cerca de las costas venezolanas. Aficionados a la aviación han compartido rutas de aeronaves en redes sociales, utilizando plataformas como Flightradar24. El Pentágono confirmó que un B-52 sobrevoló la zona el 15 de octubre, como parte de una demostración de fuerza ante posibles amenazas.
Uno de los elementos más comentados ha sido la aparición del MV Ocean Trader, un buque con capacidad para operar como navío mercante, pero que en realidad transportaría comandos especiales. Este tipo de despliegue ha sido interpretado como parte de una estrategia encubierta, aunque el propio presidente Donald Trump ha reconocido públicamente el regreso de la CIA a operaciones en América Latina.
Según Trump, la agencia actúa en Venezuela por dos motivos: la supuesta relación de Nicolás Maduro con el narcotráfico y el envío de reos venezolanos hacia territorio estadounidense. Estas afirmaciones han generado controversia, especialmente porque contradicen el carácter secreto que históricamente ha tenido la intervención de la CIA en la región.
Analistas del centro Stimson, como Evan Cooper y Alessandro Perri, señalan que EE.UU. contempla tres escenarios: ataques a buques en el Caribe, operaciones puntuales dentro de Venezuela o una invasión directa para forzar un cambio de gobierno. Sin embargo, consideran que ninguna de estas opciones es favorable, debido al historial intervencionista de Washington en América Latina.
Michelle Paranzino, experta en estrategia militar, sostiene que el objetivo real podría ser presionar a Maduro para que renuncie sin necesidad de una intervención total. Esta táctica, basada en el concepto de “hacerse respetar”, ha sido utilizada por Trump en otros escenarios, como el conflicto con Irán.
En medio de esta escalada, se ha confirmado el retiro del almirante Alvin Holsey, jefe del Comando Sur de EE.UU., quien deja el cargo tras apenas un año de gestión. Con más de 30 años de servicio, su salida añade un elemento inesperado al panorama militar en la región.
La situación entre Washington y Caracas sigue evolucionando, con señales que apuntan a una confrontación indirecta, sostenida por maniobras estratégicas, presión diplomática y operaciones encubiertas. El desenlace aún es incierto, pero el tablero latinoamericano vuelve a estar en movimiento.