Me levanté esperanzada, sin saber que me esperaba una gran decepción. A las 4:30 am suena la alarma, rápidamente hay que hacer café y preparar desayuno, hay que ataviarse para hacer la cola de la gasolina.
A las 5:00 am, todo a punto. Agua congelada, café en el termo, pan, galletas y enceres listos en el carro, no hay que olvidar el tapabocas o el gel antibacterial. La salida a la calle significa la exposición al coronavirus, no podemos ignorar la pandemia.
Nos vamos en caravana de 2 vehículos a la estación de servicio de Monte Pío en Cabimas, estado Zulia, donde hay que llegar antes que salga el sol, para tratar de alcanzar un lugar donde sea factible que entres entre los privilegiados para poner gasolina.
El reto incluye la inversión de un día, para quedar entre los primeros 200 puestos y poder surtir 30 litros de gasolina subsidiada. Toda una aventura que ya se volvió parte del día a día de los zulianos, a quienes la crisis de la escasez de combustible ha golpeado con mas fuerza que a los venezolanos de otros estados del país.
La estación de servicio queda a unos 10 minutos de mi casa, por lo que a las 5:15 am ya habíamos llegado. En el sitio ya estaban otras personas con el mismo plan: lograr tanquear el combustible.
Ya es tradicional conseguirse a amigos y conocidos en la cola, pero también consigues conocer nuevas personas, que como tu, comparten las mismas penurias del día a día.

Con el sol inicia la jornada
Sale el sol a las 6:30 aproximadamente, inmediatamente comienza a elevarse la temperatura (la temperatura promedio en el Zulia es de 35ºC ), estás en medio de vegetación xerófila, éste es un lugar apartado y no hay cerca lugares para comprar refrescos, comida o chucherías, de allí la importancia de apertrecharse de antemano.
Tratas de dormir, pero no lo logras, hay mucho movimiento y el sol evita el poder relajarme, pero hay que ser optimistas y estar pendiente de que lleguen los trabajadores de la estación de servicio y los funcionarios de la guardia nacional bolivariana.
Desayunamos con café, pan y galletas, tomamos agua, que para las 8 de la mañana aún está fría. Seguimos a la espera, estamos seguros de que este día servirán gasolina, ya lo habíamos visto en el reporte del que todos estamos pendientes, para saber donde acudir, según el día asignado a la placa.
Se hacen casi las 11 de la mañana y un señor se acerca vendiendo cepillados. Nos indica que acepta pago móvil, pero los celulares no tienen señal de internet. El vendedor decide permitirnos pagar luego de consumir, confiando en nuestra buena índole, y que debemos movilizarnos hacia un área con mejor señal para pagarle. Ese es el sello del venezolano, confiamos en la gente y somos solidarios.

El preludio de la decepción
Pasan de las 11:00 am y llega la guardia y los encargados de la estación de servicio, entonces me asignan el número 173. Ya me sentía victoriosa, esto es signo de que seré servida y que el esfuerzo tendrá frutos… Nada más lejos de la realidad, la ilusión se transformó en decepción, ya les cuento…
Comenzó a moverse la cola, eso quiere decir que ya han comenzado a surtir de gasolina a los primeros vehículos de la cola. Cada 20 minutos hay que avanzar, pero cada vez en intervalo para mover los carros se hace más largo.
Vimos pasar las horas y elevarse el sol, el hielo de las botellas no sólo se derritió, el agua perdió su frescura y nos acabamos el pan y el café, el señor de los cepillados no volvió, las horas pasaron y nos dieron las 5 de la tarde.
Finalmente la estación de servicio está la vista, olvidamos el calor y que hace rato era la hora de almorzar, también dejamos de lado la molestia del sol… Estábamos a punto de lograr el objetivo, todo iba bien. Pasamos a pagar por el combustible y a que nos debitaran del sistema los litros de gasolina disponibles en el sistema patria.
Ticket en mano volvimos al carro y llegamos a la entrada de la gasolinera, sólo me quedaban unos 50 carros por delante y ya estaba lista. Todo bien, pensaba, pero de repente informan que ya no van continuar surtiendo, porque la bomba que succiona la gasolina se dañó.
Como en la canción de Ruben Blades, la pregunta: ¿Qué pasó? quedó para la posteridad…
Solo nos quedamos con la promesa de que nos darán los 30 litros de gasolina cuando arreglen el problema y les surtan de nuevo.

Malas matemáticas
Después de llegar a casa, cansados, deshidratados y bronceados no ponemos a pensar en lo que pasó. ¿Cómo puedes perder 14 horas para llegar sólo con una decepción a casa?
Si comenzaron a servir a las 11:30 am, y llenar un carro toma menos de tres minutos, en 8 horas deberían haber llenado unos 170 vehículos. ¿Por qué faltaban tantos carros por llenar?.
Claro, nadie cuenta los carros que entraron sin numeración y por «cortesía» de los guardias nacionales. Hay que mirar el atropello y callar si no quieres tener problemas, así las cosas en Venezuela, así una decepción tras otra y una frustración tras otra. Mañana otro día otro reto.