Con la captura de Aida Merlano, se ha evidenciado el descaro de las artimañas a las que recurren algunas figuras para evadir responsabilidades… puro maquillaje político.
La evadida ex senadora buscó refugio en Venezuela, escudándose en la enemistad entre el gobierno bolivariano y el del colombiano Iván Duque.
La enemistad jurada entre Caracas y Bogotá es es pretexto perfecto para mantener a la prófuga de la justicia colombiana fuera de las fronteras de su país y lejos de las consecuencias legales de las acciones que la condenaron.
Tarek William Saab, criticó el trato que las autoridades colombianas dieron al caso de la excongresista , apoyando las declaraciones ofrecidas por ella, en las que decía darle la espalda a ese grupo corrupto que la llevó al curul de senadora.
Saab explicó Merlano supuestamente fue «detenida porque se salió de esos grupos y en vez del Ministerio Público de Colombia tomarle datos de lo que ocurría, la detuvieron, la hicieron fugar (de manera falsa), la secuestraron, abusaron de ella como lo señaló y estuvieron a punto de matarla».
Ahora, cabe la pregunta: ¿Si estos delincuentes le propusieron fugarse, cómo confió en ellos para cometer un nuevo acto ilegal?. La otra pregunta que puede ser planteada es: ¿Si son tan poderosos e intocables, para qué secuestrarla en lugar de matarla en la cárcel?
Esta es una historia llena de mentiras, desde todo punto de vista. Aquí a nadie parece convenirle que la verdad salga a flote, así que acuden al maquillaje político, a la exposición mediática, al discurso de medias verdades y a la manipulación de la opinión pública.
Si bien los representantes del gobierno bolivariano, acusan de satanización y polarización de este caso en particular, no es nada distinto de lo que hacen en contra de sus adversarios políticos.
Por ejemplo, ahora las baterías están enfiladas contra Juan Guaidó, a quien acusan por diversos actos de corrupción, traición a la patria e intento de dar un golpe d e estado.
El uso reiterativo de estos apelativos contra el líder opositor, son la bandera de lucha en la búsqueda de acallar sus acciones en contra del gobierno bolivariano.
Creando «llamaradas», buscan claramente desviar la atención de los temas que realmente afectan al país y del por qué no hay políticas concretas para afrontar la grave situación que el país atraviesa, por ejemplo.
Esta situación devela, más allá del entramado de corrupción, la voluntad política de anular al líder opositor Juan Guaidó, con el ya conocido método de la miope justicia venezolana, que se usa a conveniencia para enlodar a los detractores del «proceso revolucionario»
Otro caso es el de Rafael Ramírez, quien tras distanciarse de Nicolás Maduro, se volvió el objeto de una fuerte persecución por parte de la Fiscalía General asignada por la Asamblea Nacional Constituyente.
También está el caso de del empresario Eudomario Carruyo, empresario venezolano, retirado del servicio a la nación tras más de 40 años de trabajo a quien han convertido en un chivo expiatorio, para que otros casos y personalidades nombres queden ocultos ante la opinión pública, entorpeciendo así los procesos judiciales en contra de aquellos que han desfalcado al país y tienen la protección del gobierno bolivariano.
Está demostrado que no importa la ideología, el dinero genera su propia cultura y demanda las acciones necesarias para la subsistencia de su entorno, así actúan quienes le sirven, en ligar de a los pueblos a los que se deben.