Las fronteras del mundo han sido borradas gracias a la actuación y triunfo del equipo argentino liderado por Lionel Messi en la recién finalizada copa del mundo en Qatar el pasado domingo.
Los seguidores del emblemático atleta del momento se volvieron todos argentinos, sin importar la nacionalidad o la ubicación que tuvieren.
La copa mundial de futbol es siempre la fiesta mundial de los amantes de este deporte, que celebra, vive y sufre cada partido. No fue este tan polémico mundial, en el que las diferencias culturales y políticas fueron una mancha en la celebración a la que los verdaderos hinchas de deporte rey.

En argentina, dos millones de personas tomaron las calles de Buenos Aires, con epicentro en el Obelisco, para festejar el triunfo de la albiceleste en Qatar, la genuina alegría del pueblo argentino se hizo reflejo inmediato en el mundo.
Fue el festejo más grande de la historia del país: nunca antes Argentina había visto tanta gente en las calles y tanta alegría compartida. Desahogo catártico, felicidad sin límites, el tercer título mundial de la selección de fútbol convirtió además a Lionel Messi en un ídolo indiscutido y envió al desván de los recuerdos la insistente comparación con Diego Maradona.
«¡Gracias, Leo, gracias, Messi!». El grito se repetía en la Avenida 9 de Julio, una gigantesca arteria que conecta el norte y el sur de Buenos Aires y que los argentinos presentan como la más ancha del mundo. Lo interesante de ese agradecimiento al ex jugador del Barcelona fue que sus mayores fans son jóvenes, niños y adolescentes que no están bajo el influjo maradoniano y viven maravillados el hecho de ser campeones del mundo.
Hoy el mundo es Argentina y todos somos Messi, celebramos el triunfo, unidos por la pasión de multitudes que es el fútbol.