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Trump y Venezuela: una estrategia de presión militar que desafía el respaldo ciudadano

La política exterior del presidente Donald Trump ha tomado un giro cada vez más agresivo en su segundo mandato, y Venezuela se ha convertido en uno de sus focos principales. En las últimas semanas, el despliegue militar en el Caribe, los bombardeos a embarcaciones sospechosas y la autorización de operaciones encubiertas de la CIA han intensificado las tensiones en la región.


El mandatario ha insinuado la posibilidad de intervenir directamente en territorio venezolano, bajo el argumento de combatir el narcotráfico. Sin embargo, muchas de sus afirmaciones han sido cuestionadas por expertos y jueces, quienes señalan que no hay evidencia sólida que vincule al gobierno de Nicolás Maduro con una “invasión” de drogas y pandillas hacia Estados Unidos.


La reciente salida del almirante Alvin Holsey, jefe del Comando Sur, ha añadido incertidumbre. Aunque el Pentágono niega que su retiro esté relacionado con las operaciones en Venezuela, medios como CNN sugieren que ocurrió en medio de tensiones internas por el rumbo de la estrategia militar.


Trump parece apostar por una campaña de presión para forzar un cambio político en Caracas. Esta postura contrasta con su discurso no intervencionista durante sus campañas anteriores. Hoy, su enfoque se alinea más con una demostración de poder en el escenario internacional.


Pero incluso si esta estrategia busca evitar una intervención directa, el riesgo de que las amenazas se conviertan en acciones concretas es real. Y en ese escenario, el respaldo ciudadano se vuelve crucial.
Diversas encuestas revelan que los estadounidenses son cada vez más reticentes a involucrarse en conflictos extranjeros. Un estudio del Consejo de Asuntos Globales de Chicago mostró que solo el 17 % cree que EE.UU. debe liderar los asuntos mundiales. Otra encuesta de Reuters-Ipsos indicó que el 58 % prefiere que el país se mantenga al margen de los conflictos internacionales.


El rechazo se acentúa cuando se plantea una intervención militar unilateral. En el caso de México, por ejemplo, aunque el 52 % apoyaba el uso de tropas para combatir el narcotráfico, ese respaldo cayó al 29 % si la acción se realizaba sin el consentimiento del gobierno mexicano.


Venezuela representa un escenario similar, pero con implicaciones aún más delicadas. Si Trump decide avanzar con una intervención directa, lo hará en contra de una tendencia clara en la opinión pública: el rechazo a guerras preventivas y cambios de régimen sin consenso internacional.


En este contexto, el “juego político” de Trump en Venezuela no solo pone a prueba la diplomacia regional, sino también los límites del respaldo ciudadano a su política exterior.

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