La diáspora venezolana ha llegado hasta Tierra del Fuego, la localidad más austral de América del Sur, lo que muchos llaman el confín del mundo.
Diametralmente opuestos, en geografía, clima y estilo de vida, Tierra del Fuego es lo más distinto que hay de Venezuela, que goza de 365 días de sol, calor y ciudades con alta densidad poblacional.

Tierra del Fuego es la provincia «más joven» de Argentina y es considerada una de las más relegadas, su población que apenas supera las 160.000 personas, de las cuales el 95% está distribuidas entre las ciudades de Ushuaia y Río Grande.
Es una zona con altos niveles de desocupación la pobreza, sin embargo, un grupo de venezolanos ha buscado residir allí, huyendo de la severa crisis económica y política de nuestro país.
La localidad de Ushuaia tiene alrededor de 75.000 habitantes y gran parte de ellos son migrantes., entre ellos cohabitan alrededor de 30 venezolanos, que se atrevieron a cambiar sus vidas completamente para buscar un mejor futuro lejos de casa.
La treintena de venezolanos en Ushuaia es un ínfimo porcentaje de los miles que, desde 2015, llegaron al país. Según datos de la Dirección Nacional de Migraciones, entraron 98.504 y ya configuran la primera ola inmigratoria, al desplazar a la paraguaya y a la boliviana.

Del registro de venezolanos que llegan a Argentina, un 51% tienen títulos universitarios. Solo en lo que va de este año, se iniciaron 31.741 trámites de radicación. Las ciudades más deseables para los migrantes son Buenos Aires, Córdoba, Rosario y Mar del Plata.
Como con cualquier otro grupo humano en el extranjero, la unión de los venezolanos en Ushuaia se ha hecho de manera natural, tratando de recuperar el calor humano y las coincidencias culturales, ya que la cultura Argentina tiene diferencias naturales con la venezolana, sin embargo el proceso de adaptación ha dado buenos frutos.
Fredy López el más antiguo de los venezolanos radicados en Ushuaia, reside allí desde 2003. Cuenta que «El cambio es importante y drástico. Venimos del Caribe, y en la Argentina hay una cultura europea muy fuerte», explica.
La casa de este venezolano es un punto de encuentro para la pequeña comunidad venezolana. Dice que todos los domingos, que es su único día libre, su casa se transforma en una pequeña Venezuela, junto a su esposa prepara comidas típicas, «Ponemos música llanera», dice. A pesar de la nieve, algo del trópico da calor al lejano punto del mapa.