Cuentan los caminantes venezolanos que entran a Colombia y llegan a La Garita que hay un lugar en el que reciben ayuda y en el que hay un muro de los lamentos para los venezolanos.

Este sitio, se ubica en La Garita, en una pequeña caseta, ubicada al costado derecho de la vía Cúcuta-Pamplona. Allí una buena samaritana llamada Marta Elena Alarcón recibe a los numerosos transeúntes venezolanos que van en la búsqueda de un mejor futuro, escapando de la cruenta situación que abate al país.
Al lugar, le han comparado con el muro de los lamentos, el sitio sagrado de los Judíos en Jerusalem. El también llamado Templo de Salomón fue el santuario principal del pueblo de Israel y contenía en su interior el Arca de la Alianza, el candelabro de los siete brazos y demás utensilios empleados para llevar a cabo el culto hebraico en tiempos de la Edad Antigua.
El espacio colombiano, se ha llenado de las historias de quienes pasan y dejan plasmados sus testimonios y anhelos.
Las personas dejan sus historias plasmadas en el Muro de los Lamentos Son mensajes de esperanza Tambiém reflejan el dolor de la separación
La historia de este gesto, comenzó hace aproximadamente un año, dijo la señora Marta a los medios de comunicación. Ella vio a un grupo de adolescentes pasar con mochilas y bolsas de lona. La generosa mujer les preguntó a dónde iban. Dijeron que Ecuador, que está a 1.500 km de distancia.
«Me rompió el corazón», dijo. Entonces les ofreció comida y bebidas, y no se ha detenido desde entonces.
Más de 100 personas pasan por aquí la mayoría de los días, a veces más y a veces menos, dijo Alarcón. La mayoría continúa su marcha hacia las montañas, pero los que llegan después del anochecer a menudo se quedan a dormir en el suelo.
El lugar está lleno de notas, que comenzaron a ser publicadas en una pared, cuyo espacio se hizo insuficiente. Hoy día inclusive el techo está repleto de testimonios.
Cada historia es única, sin embargo tienen en común el dolor del desarraigo y la sensación de incertidumbre por un futuro incierto. En esas palabras hay el reflejo del alma de sus autores. Hay múltiples manifestaciones de amor allí plasmadas.
Sin embargo, la más perecedera de esas manifestaciones es la solidaridad de una mujer, cuya empatía y amor al prójimo le ha hecho sobrepasar sus propias barreras, en pos de ayudar a desconocidos.
El espacio se ha hecho insuficiente para los testimonios Son numerosos los mensajes plasmados
Colombia sabe de este tipo de historias, este país, que pese a sus condiciones y limitaciones ha abierto las puertas a más de un millón y medio de venezolanos, sufrió el desplazamiento interno de su gente, debido a la guerrilla y también vió a sus hijos partir a otros lares a probar fortuna.
«Caminante, no hay camino. Se hace camino al andar», dice el poeta Antonio Machado. La historia de los desplazados y de la movilidad humana sigue escribiéndose, hay mucho que aprender y hacer para detener esta tragedia que hoy protagonizan los venezolanos en américa del sur, pero que viven también los centroamericanos, árabes y africanos en alarmantes cantidades.