12.000 niños y jóvenes miembros del sistema Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela se reunieron el sábado en un intento por alcanzar un récord mundial ante la organización Guinness World Records, un récord agridulce que alegró a muchos venezolanos y no tanto a otros.
Si bien el arte, la ciencia y el deporte deben estar por encima de los intereses políticos o económicos, la configuración actual del mundo no lo permite. Pruebas de sobra hay con las vacunas contra el covid-19, entre muchas otras en los diferentes ámbitos de la creación humana.
Un gran número de venezolanos aplaudió el talento de esos jóvenes venezolanos, educados en el sistema de orquestas. Un gran logro en medio de la crisis que agobia al país en el que comprar un instrumento musical es prohibitivo, sin mencionar que los medios de transporte y el parque automotor destruidos impiden a muchos de nuestros jóvenes movilizarse a sus centros educativos.
El verdadero récord de los venezolanos es la supervivencia en tiempos hiperinflacionarios, que no opacan el talento, ni minimizan la resiliencia de quienes persiguen sus objetivos.
Claro, el brillo y el resultado del trabajo de los jóvenes músicos enorgullece a los venezolanos, pero la indignación no se oculta al ver al gobierno bolivariano usar el trabajo y el talento desarrollado por El Sistema de Orquestas, logrado contra todo obstáculo para levantar la imagen de su gestión.
Por un lado está el brillo y la alegría que brinda la música a miles de niños venezolanos, haciendo un gran aporte a sus vidas y por el otro que los conviertan en un símbolo de la revolución que ha hundido al país hace de esta experiencia un Récord agridulce para los venezolanos.